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miércoles, 19 de enero de 2011

“ORIENTACIONES SOCIALES DEL CURRÍCULUM DE LA RIEB”

“ORIENTACIONES SOCIALES DEL CURRÍCULUM DE LA RIEB”
Luis Fernando Torres Palomo.

La importancia de la educación es obvia, ya que se trata de un derecho fundamental, ningún país ha logrado prosperar sin educar a sus habitantes. La educación es la clave para un crecimiento sostenido y la reducción de la pobreza, ayuda a aumentar el nivel de seguridad, de salud, de prosperidad y de equilibrio ecológico en el mundo. Fomenta el progreso social, económico y cultural, la tolerancia y la cooperación internacional. La educación básica es el desarrollo de competencias, el cimiento del aprendizaje a lo largo de toda la vida y de la adquisición de aptitudes. Conocer y reflexionar sobre las razones de la reforma educativa es reconocer que es un proceso permanente no exclusivo de México, puesto que en la actualidad, un número cada vez más importante de países de América Latina y del resto del mundo han llevado a cabo estrategias y acciones a partir de la firma de los acuerdos internacionales.
Desde la reforma se concibe a México como un país multicultural; las sociedades actuales son enormemente complejas y requieren el desarrollo de novedosas formas de comprenderlas. Estas sociedades, que especialmente han experimentado el impacto de la ciencia y la tecnología en mayor en menos grados, para beneficio o perjuicio,  muestran una distribución del conocimiento más evidente que en tipos de sociedades menos complejas. Conforme crece la diversidad de las sociedades se requiere de diferentes tipos de conocimiento. El conocimiento ha sido indispensable para la existencia y el progreso de todas las sociedades. Sin embargo, durante la segunda mitad del siglo XX adquirió una importancia estratégica para el desarrollo económico y social. En este contexto surge el concepto de sociedad del conocimiento. En las sociedades del conocimiento, los desarrollos científicos, humanísticos y tecnológicos son claves para la generación de riqueza; la ciencia y la tecnología se ponen al servicio de la sociedad, dotando a cada país de capacidades de respuesta para la solución de sus problemas concretos.

Para afrontar los retos sociales actuales resulta crucial tomar medidas que sean pertinentes y eficientes, y ello depende de que tengamos los conocimientos adecuados. Quien tenga mejor educación y, por tanto, mayor posibilidad de tomar decisiones informadas, será una persona más rica, no en el sentido de poseer más bienes materiales, sino de tener un horizonte más amplio para satisfacer sus necesidades e intereses. Éste es, quizá, uno de los mayores desafíos que enfrentamos actualmente en México, y en general en el mundo: lograr un reparto más justo de la riqueza, de manera que cada vez haya más gente con la capacidad de satisfacer sus necesidades básicas y plantearse proyectos de vida que realmente pueda realizar.

Vislumbrado como un horizonte posible, la conformación en México de una sociedad de conocimiento plural, democrática y socialmente justa nos compromete como docentes y ciudadanos mexicanos a emprender un conjunto de acciones que debemos asumir, si deseamos que los avances de las ciencias, las tecnologías y las humanidades originen  beneficios para toda la ciudadanía, elevando el índice de competitividad nacional, pero sin detrimento de la calidad de vida de las personas, generando una sociedad basada en el conocimiento.

El conocimiento es indispensable para la vida humana, tanto en lo individual, como en la colectividad. En este sentido se puede afirmar que todas las sociedades, a lo largo de la historia de la humanidad, han sido “sociedades de conocimiento”. Sin embargo, la complejidad que caracteriza a las sociedades contemporáneas es tal que requerimos de enfoques multi, inter y transdisciplinarios para comprenderlas. Es desde las humanidades que hoy podemos reconocer que las ciencias y las tecnologías son una parte de la realidad social, y consisten en un complejo de actividades, creencias, saberes, valores, normas, costumbres e instituciones, entre otros, que permiten la producción de ciertos resultados que suelen plasmarse en las teorías y en los conocimientos científicos y tecnológicos utilizados para transformar el mundo; repensando el nuevo papel que adquiere la educación en general, y particularmente el papel de la educación en valores.

En la actualidad, la educación no puede centrarse únicamente en la “transmisión” de contenidos declarativos (conceptos, teorías o leyes más o menos establecidas), sino que se requiere de una mayor comprensión de cómo funcionan las sociedades, y de cómo los ciudadanos podemos participar activamente en su transformación, a través del desarrollo de una cultura científica, tecnológica y humanística.

Ante la amplificación de los conflictos sociales, ambientales, culturales y políticos que son parte de la complejidad de las sociedades actuales, dos de los grandes desafíos que quedan por resolver son el reconocimiento de la pluralidad y la consolidación de las democracias. Esto replantea las funciones de la educación para el siglo XXI, ubicando como uno de sus ejes el trabajo pedagógico sobre los valores y las actitudes, así como la formación cívica en aras de hacer posible una convivencia más justa y democrática. Educar para conocer, manejar, valorar y participar activamente es una de las propuestas integrales encaminadas a una educación para la formación de ciudadanos capaces de implicarse cotidianamente en los asuntos que les conciernen.

En un contexto multicultural de alta desigualdad como es el caso de México, sentar las bases para el desarrollo de un proyecto humano plural de transformación de aquellas condiciones sociales, culturales, ambientales, políticas y pedagógicas de exclusión e injusticia, requiere que los alumnos aprendan a convivir, compartir, cooperar, dialogar, disentir, discrepar, discutir, confrontar, negociar, consensuar y, finalmente, a decidir y participar. Para lograrlo es preciso que las aulas y los centros de educación básica se conviertan en espacios de participación ciudadana, lugares en los que los estudiantes aprenden a tomar parte en la vida comunitaria implicándose en los asuntos públicos que les afectan.

Desde 1948, acuerdos internacionales de las naciones del mundo afirmaron en la Declaración Universal de Derechos Humanos que “toda persona tiene derecho a la educación. Sin embargo, pese a los importantes esfuerzos realizados por los países de todo el mundo para asegurar el derecho a la educación para todos, hoy día existen grandes rezagos y problemas no resueltos. Estos problemas frenan los esfuerzos para satisfacer las necesidades básicas de aprendizaje y la falta de educación básica que sufre un porcentaje importante de la población mundial, que impide a las sociedades en su conjunto hacer frente a esos problemas con el vigor y la determinación necesarios.
En ciertos países industrializados la reducción de los gastos públicos durante los años ochenta contribuyó al deterioro de la educación. En 1990 las naciones del mundo se reunieron en Jomtien Tailandia e hicieron un balance de la situación, ahí firmaron la Declaración Mundial sobre Educación para Todos: Satisfacción de las Necesidades Básicas de Aprendizaje. Estas necesidades comprenden tanto las herramientas esenciales para el aprendizaje, tales como lectura y escritura, aritmética, resolución de problemas, como los contenidos básicos mismos del aprendizaje, conocimientos, aptitudes, valores y actitudes, requeridos para que los seres humanos sean capaces de sobrevivir; para que desarrollen sus capacidades intelectuales, vivan y trabajen con dignidad, mejoren la calidad de sus vidas, tomen decisiones fundamentadas y continúen aprendiendo.
Diferentes acuerdos internacionales hablan de un cambio en la educación, que permita lograr que los conocimientos y las capacidades para mejorar las condiciones de aprendizaje que se impartan sean acordes con la realidad que viven los seres humanos, dado que hay una realidad en constante cambio. En este contexto se percibe una educación orientada hacia las necesidades, centrada en el alumno, que combine enfoques formales y no formales, y que utilice óptimamente todos los recursos disponibles, es decir, proporcionar una educación orientada a explotar los talentos y capacidades de cada persona y desarrollar la personalidad del educando, con el objeto de que mejore su vida y transforme la sociedad.

La educación que hasta hace pocos años teníamos, y que en algunos casos aun tenemos, no fue diseñada para que los niños prosperen y satisfagan las necesidades de su vida en un escenario de cambios inimaginables. Esta educación, al ser propuesta hace varios años para una sociedad diferente a la actual, ha quedado rebasada porque no provee las herramientas cognitivas, valórales y personales para hacer frente a un mundo incierto que exige capacidades y competencias múltiples. La educación básica en las sociedades actuales se encuentra en continua evolución, acorde con los cambios que se gestan en el país y el mundo, para realizar una reforma integral de la educación básica, centrada en la adopción de un modelo educativo basado en competencias, que responda a las necesidades de desarrollo del Siglo XXI.
La Reforma implica transformar, generar un cambio de pensar, actuar, ser, convivir, hacer y mirar; mediante una propuesta participativa en la que se convoca a todos los actores educativos (alumnos, profesores, padres de familia, asociaciones civiles, autoridades educativas) como una comunidad comprometida y participativa, con la finalidad de que pueda encontrar los espacios que le permitan llevar a cabo su proyecto de vida con mayor calidad, así como lograr su desarrollo dentro de una sociedad. Encontrar la clave para involucrar a todos los estudiantes en su propio aprendizaje y en la convivencia social, en el desarrollo de competencias para responder a la vida personal y social y a la toma de decisiones para formular juicios de valor en beneficio del mayor número de personas.

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